RICARDO RODRÍGUEZ, GRAN PREMIO DE HONOR DE TELEVISIÓN
Autores son los autores

De inmediato, su nombre remite a textos -escritos en soledad o en coautoría- de enorme impacto popular en la pantalla chica, a comedias que han entretenido a generaciones enteras, a latiguillos que están en la memoria de todos, a infinidad de personajes entrañables, muy bien delineados. Y a todo el prime time, ese temido horario central donde se establecen -o se establecían, si se prefiere- las grandes batallas entre los canales de aire más fuertes. Hábil constructor de ficciones y de intensas situaciones humanas y de larga vinculación con nuestra entidad como socio y más tarde como directivo, Ricardo Rodríguez ha obtenido el Gran Premio de Honor de Televisión, el cual fue entregado en la ceremonia efectuada el pasado viernes 19 de septiembre.
Para situar al lector rápidamente en contexto, diremos que lleva más de 30 años de experiencia como autor de algunos de los éxitos más importantes de la televisión argentina. Atención con estos títulos: Amigos son los Amigos, ¡Grande, pá!, Mi familia es un dibujo, Mi cuñado, Yago pasión morena o Son de fierro, por citar seis impactos. Algunas de sus novelas se produjeron en nuevas versiones en México (Alma de Hierro, Pasión Morena) o en Brasil y Ecuador (¡Grande, pá! y Los secretos de Tonio Palomino). Ganador de varios premios Argentores, nominado varias veces al Premio Martín Fierro, suele dar “Master Class” en distintas universidades nacionales y en México (en SOGEM y Televisa).

Rodríguez, además, firmó trabajos a lo largo de su carrera, junto a una calificada nómina de colegas: Gustavo Barrios, Gius, Ricardo Talesnik, Patricia Maldonado, Oscar Ibarra, Elena Antonietto, Ale Sapognikoff, Claudia Piñeyro, Daniel Delbene, Ernesto Korovsky, Marcela Guerty, Susana Cardozo, Marta Betoldi, Juan Pablo Buscarini, Fernando Castets, Jessica Valls, Laura Barneix, Jorge Leyes, Claudio de Gasperi, Laura Farhi, Gastón Cerana, y seguramente, como dice Rodríguez, “me olvidé de algunos. Es que esta es una profesión donde se escribe en equipos, en coautoría, y así fue toda mi carrera”.
Conversamos con el autor a fines de agosto, minutos después de haber concluido las Asambleas Ordinaria y Extraordinarias, en donde se definió que, a partir de ese momento, volviera a ocupar la Secretaría de la Junta Fiscalizadora de la institución, cuyo presidente es el gran Roberto Perinelli. Rodríguez dice que “por cábala”, y por razones de confidencialidad, quiere hablar poco sobre el proyecto actual de serie en el que está inmerso hace alrededor de dos años. Solo puede decir que la trama remite a una historia de época sobre la esclavitud y es para una plataforma global. Se trata de la primera serie española que aborda una temática tan dolorosa para la humanidad y que, seguramente, estará en producción durante todo el año 2026. Sería esta su segunda experiencia autoral con una plataforma global, porque la primera fue la serie argentino-española, El grito de las mariposas, un drama histórico que trataba sobre el asesinato de las hermanas Mirabal en República Dominicana por parte de uno de los dictadores más terribles que tuvo nuestra América, Rafael Leónidas Trujillo, y que fue muy bien recibido por público y crítica.

Sergio Vainman, Tato Tabernise, Juan Ciuffo, Jessica Valls. Ricardo Rodríguez, Belén Wedeltoft y Laura Barneix
Autodefinido como “un escritor, un autor de ficción, un creador de historias, en síntesis, un guionista audiovisual, que a veces logra escribir sus propias historias, y otras debe subirse a ideas ajenas y hacerlas propias, porque en definitiva esta ha sido su manera de ganarse la vida durante más de treinta años. Lo que considera un verdadero logro en un país que, si bien tuvo una aproximación de industria en algunos momentos, nunca consiguió una continuidad para esa industria que siempre terminaba siendo más o menos incipiente”.
Sobre sus influencias iniciales manifiesta la importancia que tuvo sobre él la temprana relación con la literatura narrativa, cuando apenas tenía 11, 12 años. Puntualizará que fueron cuentos de Abelardo Castillo, de Julio Cortázar o de Jorge Luis Borges los que lo conmovieron. “Me apoyaba en la ficción para entrar en mundos desconocidos. Era muy tímido y la ficción funcionaba como una manera de escaparme de la realidad. La tele me fascinaba, vivía en un PH que tenía un pasillo largo con muchos departamentos y me escapaba de mi casa porque no teníamos tele, y me iba a la casa de una vecina por las tardes para mirar televisión con ella. Cuando mi madre se daba cuenta sabía dónde tenía que buscarme. Esta situación obligó a mi padre a comprar un televisor y recuerdo a partir de allí muy claramente hermosos momentos en familia viendo con mi papá, mi mamá y mis hermanos, programas como Viendo a Biondi y La nena, por ejemplo”
El cine también fue una influencia con esas tardes de 3 películas en el National Palace, de la calle San Juan y Matheu: “Todavía existe esa sala -comenta Rodríguez- aunque ahora allí hay un templo evangelista”. Por allí pasaban westerns, comedias, dramas, y más de una vez se mezclaban algunas obras “especiales”. Fue en ese contexto que vio por primera vez una obra capital del gran Luchino Visconti (Rocco y sus hermanos). Señala que, desde aquel momento, la debe haber visto mil veces. Y seguramente “la seguiré viendo”, agregó. “Con Rocco, Visconti fue el primero que me enseñó a amar el melodrama”. A partir de allí, empezó a buscar cierto tipo de cine más “de arte” y fue atravesado por el cine de Fellini, el neorrealismo italiano, y hasta Bergman, pero sin dejar de lado las películas clásicas, de género, como policial, el suspenso, el western o el terror. No faltaron tampoco las primeras obras teatrales.
El tiempo corría, el secundario se terminaba y había que tomar alguna dirección. “Cuando terminé el colegio, estudié periodismo; en realidad, no me gustaba ninguna carrera tradicional. Comencé mis estudios terciarios en marzo de 1976 y allí tuve un primer contacto con la realidad que asolaba a nuestro país, la sangrienta dictadura militar que se inició en ese mismo momento: el horror de una época, en donde de un momento a otro cualquiera de nosotros podía llegar a desaparecer. Era peligroso estudiar, porque, para los uniformados, todos los estudiantes éramos sospechosos. En ese contexto cursé también parte de la carrera de cine en la Escuela Panamericana de Arte y, como todo estudiante de esa carrera, inicialmente quería dirigir mis propias películas”, explica.
Café de por medio, con Ricardo repasamos algunas cruciales puntuales que determinarían su destino a partir de los años 80 y que hicieron que comenzara a soñar con poder vivir de la profesión de escritor. Recordará una noche sin igual: en el teatro Payró siendo espectador de la obra Marathón de Ricardo Monti, el efecto que provocó ese texto lo llevó a acercarse al taller del autor de la obra, que se convirtió en uno de sus grandes maestros. Fue ese taller que sintió que lo que quería para su futuro era escribir.
Hablará entonces de una caminata que lo llevó una tarde por Callao hasta la librería Clásica y Moderna y allí a un curso-taller de Guion de TV y a una referencia intelectual eterna: la directora María Inés Andrés. “Alguien que, además de enseñarme, me alentó porque fue la primera que creyó que podía vivir de la profesión.” “Además, María Inés había sido responsable en la creación y dirección, de aquellos dos ciclos que disfrutaba de niño, con mi familia (Viendo a Biondi y La Nena).
Mencionará a Carlos Gorostiza y a un taller dictado por éste, que concluyó abruptamente al ser designado el autor de El puente como secretario de Cultura del Gobierno de Alfonsín. Rodríguez recuerda la calidez de Gorostiza y sus maravillosos análisis sobre estructura dramática y una frase que le quedó en la memoria. En la inesperada despedida del taller, hubo un deseo final que el maestro le dijo al oído cuando se dieron un abrazo de despedida: “Sé que muy pronto vas a invitarme al estreno de tu primera obra”.
También hubo un programa de televisión que “lo sacudió”: Nosotros y los miedos, donde Jorge Maestro y Sergio Vainman eran parte fundamental del equipo de autores, capitaneados por una de nuestras grandes directoras, Diana Álvarez. “Después de tanta represión vivida en los años del proceso, sentí que se podía hablar de las cosas que importaban, también en la tele”, añade. Y completa: “Maestro y Vainman tendrán mucho que ver en mi vida, en distintos momentos, hasta que con el correr del tiempo, terminamos convirtiéndonos en amigos entrañables”

Un párrafo especial para Oscar Viale. “Con él no hice ningún taller, solo había visto Chúmbale, una de sus grandes obras en el teatro Astral alrededor de 25 veces, cuando apenas tenía 15 años. Desde ese momento lo admiré y seguí su obra en teatro, cine y televisión. Viale había logrado algo que es muy difícil: ser un autor popular, que además era respetado por los intelectuales. Conmigo, además, tuvo un gesto que me marcó: Yo tenía una obra corta que había escrito en el taller de Monti. Me daba manija con la idea que Viale la leyera y me diera su opinión. Conseguí su teléfono y él me pidió que le dejara el material en la boletería de un teatro donde estaba por estrenar una nueva versión de su gran obra, Camino negro. Pocos días después me llamó: “La obra, está bien”, me dijo, “pero lo más importante es que en ella veo un autor”. El aliento de María Inés Andrés, de Viale, de Monti, o de Gorostiza empezaría a convertirse en realidad pocos años después.
El ingreso al oficio de modo profesional, tímido, de a poco, lo encontró en el viejo ATC. “Fue por un ciclo infantil, Chispiluz. A través de una amiga actriz nos enteramos junto a Gustavo Barrios -con quien habíamos formado una dupla autoral, y a quien había conocido en el taller de María Inés Andrés- que necesitaban guionistas. Nos presentamos. Gustamos. Quedamos. Eran tiempos en que debíamos multiplicarnos, ya que, mientras escribíamos, Gustavo trabajaba en el correo y yo por la noche, grabando datos.”
Pero a partir de allí, todo comenzó a acelerarse cuando conocimos a Carlos Calvo. Llegar a “Carlín” no fue fácil. Comenta Rodríguez, que le dejaron material para que leyera, y que después “lo perseguimos durante seis meses telefónicamente, buscando una respuesta que no pudimos encontrar, hasta que una tarde…cuando estábamos por perder todas las esperanzas…se produjo el milagro”. Del otro lado apareció por fin el comediante, quien confesó que había extraviado los teléfonos y que no había sabido cómo contactarlos, pero que el material le había encantado tanto a él como a su equipo de trabajo, entre quienes se destacaba Carlos Olivieri. Calvo, en ese entonces, estaba en pareja con la actriz Luisina Brando, quien protagonizaba una serie de telefilms para el canal del Estado. Carlín nos contactó con ella. Para abreviar: la intérprete necesitaba historias y la dupla Barrios-Rodríguez le llevó una, La sindicalista, que funcionó, y tras esto, otras dos más. Buena recepción de la crítica gráfica y el inicio de una relación profesional y de amistad con “Carlín y Oli”, que sería fundamental en el futuro.

“Es posible que si no hubiera sido por Carlín no hubiera llegado hasta aquí. Él se jugó por nosotros, cuando le puso como condición, nada menos que al zar de la TV, Alejandro Romay, que firmaba su próximo contrato con Canal 9, si los libros de la novela a realizar los escribíamos Gustavo Barrios y yo. Y, ante la negativa del zar, se fue de canal 9”. “Así terminamos con Carlín y Olivieri en el viejo Canal 11, donde el Gerente de Programación era Gustavo Yankelevich, escribiendo una historia original nuestra, El Mago, con la que nos fue muy mal.” Todo hasta que llegó el tiempo de la privatización de los canales oficiales. Empezaban los años 90. Tras la compra por parte de Editorial Atlántida, Canal 11 se convirtió en Telefé y Gustavo Yankelevich, volvió a hacerse cargo de la Gerencia.
Enseguida Carlín recibió una oferta de Yankelevich: “Quiero que hagas una comedia”. Hubo dos respuestas: la primera fue “sí”. La segunda: “Los autores son los mismos de El Mago: Barrios y Rodríguez”. Carlín repitió la misma jugada, aunque esta vez Yankelevich aceptó, pero pidió que se sumara un autor consagrado, de experiencia: Gius. Así nació ese terceto creativo que dominaría el horario central de la tevé nacional durante los primeros años de los noventa.“ Enseguida generamos una excelente relación con Gius, que era un tipazo y un excelente autor”, explica.
La trama de la serie sostenida en Calvo, Pablo Rago, Cris Morena y Enzo Viena, entre tantos, arrasó hasta llegar a sobrepasar los 40 puntos de rating. A modo de ejemplo acerca del impacto que logró el ciclo emitido entre 1990 y 1992 en Telefé y una temporada más tarde en el 9, puntualiza: “Tal era el éxito, que un martes, unos meses después del estreno, yo llegué a mi casa corriendo, justo cuando empezaba el programa, a las 21. Vivía en el piso 11. Y recuerdo ir subiendo por el ascensor y oír que, de cada piso, de cada palier salía clara la voz de Mercury cantando Friends Will Be Friends. Hoy parece ciencia ficción, pero fue así. En ese momento sentí la sensación física que estábamos ante un exitazo.”
Los triunfos suelen llamar a los triunfos y Yankelevich -en medio de la locura de Amigos, recordemos- recibió por parte del productor Estevanez un viejo libreto de una historia que había sido éxito en la década del ochenta con un padre viudo con tres hijas chicas: Crecer con papá. Fue de este modo que apareció en el mapa otro blockbuster nocturno e histórico: ¡Grande, pá! (así, con signos admirativos). Al equipo autoral se agregó una colaboradora, Patricia Maldonado, que se encargaba de buscar temáticas para enriquecer las historias de las “chancles”. Amigos son los amigos y ¡Grande pá!, tuvieron picos de rating que hoy parecerían de ficción: durante largos períodos, mientras compartían la pantalla del canal, llegaron a sumar 100 puntos de rating.
Consultado sobre “su” preferencia personal en relación con ambos impactos, Rodríguez establece que quiso mucho a ambos productos y a toda la gente involucrada, pero que su afinidad personal con Calvo y Olivieri inclinaría la balanza a favor de Amigos. “Estar en Amigos era una verdadera fiesta”. Las temporadas siguientes fueron también fuertes. Gius siguió otro camino, Barrios y Rodríguez llegaron al 9 para escribir la continuidad de Amigos son los Amigos y un nuevo ciclo, Solo para parejas, con un elenco de jóvenes que con el tiempo darían que hablar, Pablo Echarri, Paola Krum, Eleonora Wexler, entre ellos: “Esas fueron las dos últimas experiencias que hicimos con Gustavo Barrios”.

Tras el inesperado fallecimiento de Oscar Viale (en Telefé escribía con gran repercusión una gran comedia Mi cuñado), Yankelevich me convocó para que, junto a Ricardo Talesnik, siguiéramos con la obra de Oscar. Fue muy fuerte para mí. Mi admiración por Viale se sumaba a la que tenía por Luis Brandoni y por Talesnik…No podía creer que me estuviera pasando a mí. Tiempo después llegó otro ofrecimiento “made in Yankelevich”: escribir Mi familia es un dibujo, proyecto de confluencia entre personas y dibujos animados, un poco en la estela de la exitosa película ¿Quién engañó a Roger Rabbit? Demasiada tarea al mismo tiempo. Decidieron dividir los trabajos. El consagrado creador de La fiaca seguiría con Mi cuñado y Rodríguez se quedaría con Dibu.
“Fue muy, muy complejo todo, pensemos que el dibujo, por razones operativas y presupuestarias, podía aparecer en pantalla…solo un minuto y medio por capítulo. Y durante cada capítulo, debía ser el protagonista… fue un exitazo, hicimos tres temporadas y tres películas, pero casi me manda al hospital. ”Con rasgos de fatiga, sumó a su lista de éxitos Trillizos con otro capocómico (Guillermo Francella), que fue su primera experiencia en tira diaria, porque hasta ese momento había hecho series semanales. Tras esto, explotó un cambio gerencial: en Telefé se alejaba Yankelevich y aparecía Claudio Villarruel. “Yo venía como de diez años en el prime time, estaba agotado. Lo que quería era salir de ahí. Soñaba escribir una telenovela diaria para el horario de la tarde, que, aunque no fuese un trabajo sencillo -crear un capítulo para cada día no es nada fácil ni liviano-, me sacara del momento más estresante de la tele, que es el prime time”, confiesa.
El deseo se cumplió. Ya con Villarruel al mando, llegaron, primero Luna salvaje, con Gabriel Corrado y Carina Zampini y más tarde Yago pasión morena, con Facundo Arana. Novelas para la tarde, más clásicas que tuvieron un éxito enorme superando en el caso de Luna salvaje los 30 puntos de rating a las 13 horas, y con Yago con promedios constantes de 25 puntos. En esa década se sumarían, entre otros Franco Buenaventura (“gran idea, enorme producción, pero un pico de presión producto del stress de escribir tres novelas seguidas y de volver al prime time, me jugó una mala pasada”). Fue el final de su largo camino en Telefé, y el inicio de sui experiencia POL-KA (Canal 13) con tiras como Los secretos de papá, Una familia muy especial y la muy querida: Son de fierro.
Con detenimiento, Rodríguez va a explicar algo que mucho tiene que ver con el oficio, con la mirada a tiempo que puede captar lo esencial y hacer de un problema, una solución. “Son de fierro fue un éxito descomunal -explicita-, pero no empezó bien. Lo salvamos los autores (Marcela Guerty, Jorge Leyes, Gabriel Mesa, Claudio de Gasperi y yo). El ciclo empezó como telecomedia y no terminaba de arrancar. De a poco, hicimos como una ingeniería interna y lo empezamos a desplazar hacia el drama. La historia, la trama lo pedía a gritos, y así pudimos terminar ese proyecto con más de 30 puntos, cuando habíamos llegado a sentir que el proyecto corría serio peligro de ser levantado.”, admite por fin.
En 2008, se produjo en México algo curioso: la aparición de su nombre en dos adaptaciones de novelas originales suyas (que, además, competían a la misma hora): Alma de hierro en Televisa (adaptación de Son de Fierro) y Pasión morena en TV. Azteca (versión de Yago, pasión morena). En 2009 fue contratado por Telefuturo de Paraguay para realizar una de las primeras novelas de la televisión guaraní: La doña, escrita en coautoría con Marcela Guerty. En las temporadas siguientes trabajaría para la televisión de Ecuador, en donde se realizaron adaptaciones de éxitos suyos en la tevé argentina y en donde en 2010 dictó un doctoring o curso destinado a la cadena de Ecuavisa para una novela, La taxista. En 2011, fue coautor junto Marta Betoldi, Laura Farhi y Gastón Cerana, de Cuando me sonreís, comedia en formato de tira diaria y desde 2012 comenzó a escribir para Televisa de México.

Entre 2018 y 2022, como se indicó previamente, estuvo abocado a la creación, argumento, desarrollo y escritura de guiones de la serie El grito de las mariposas que fue producida por Disney para ser estrenada por la plataforma STAR+ en noviembre de 2023. Por último, una referencia a la entidad, a su familia y a un inolvidable amigo y colega, quien recientemente nos ha dejado: “Siempre me interesó la situación de los autores con respecto a sus derechos y al cobro de ellos. Cuando empecé a trabajar en coautoría con Ricardo Talesnik para escribir los libros de Mi cuñado, hablábamos mucho del tema. Ricardo, que había sido presidente de Argentores, en ese momento era parte de la Comisión Directiva. Él fue quién me alentó a participar, porque veía en mi un posible dirigente. Me convenció y, en un momento, hablé con Miguel Angel Diani, candidato a presidente, y con Sergio Vainman, candidato a la Presidencia del Consejo Profesional de TV. Ellos me ofrecieron ser parte de ese Consejo, y lo acepté. Y, a partir de allí, llevo ya doce años, donde fui vocal del Consejo y luego su secretario. Y, en la actualidad, soy secretario de la Junta Fiscalizadora, compartiendo labor con uno de los grandes del teatro argentino, Roberto Perinelli. Es una de las cosas maravillosas de estar en Argentores, haber podido compartir mesas de trabajo y de charlas, con Perinelli, con Tito Cossa, con autores que siempre admiré y que fueron importantes en mi formación y aún hoy lo siguen siendo. Pero volviendo al tema, en Argentores me entusiasmó la gestión, sobre todo porque tuvimos que enfrentar grandes desafíos, como la negociación con las nuevas plataformas audiovisuales: Argentores fue la primera entidad que logró que Netflix pagara derechos a los autores de las obras que están en su biblioteca. Y actualmente estamos cobrando a otras plataformas de primera línea: Amazon Prime, Paramount, Disney, Apple TV, y muchas plataformas más. Además armamos el actual portal que le permite a los autores declarar sus obras en línea, además de tener una aplicación que le avisa al autor cuando tiene dinero en su cuenta para cobrar, y tantas otras cosas que se realizaron en estos años, además de buscar el acercamiento de los autores de TV y plataformas a la entidad, generando una serie de cursos, tutorías, concursos, etc., para darle a nuestros escritores herramientas de formación en una actividad que, a medida que se fue globalizando, se hizo mucho más competitiva. A todo esto, debemos sumar la actividad a nivel de previsión social que mantiene Argentores, con más de 400 pensiones, y más de quinientas cápitas de una prepaga de primera línea, y las ayudas asistenciales. Nos tocó dirigir la entidad en medio de la pandemia donde la crisis económica fue muy dura, y ahora vivimos la actualidad dónde, desde hace ya unos años, desapareció la ficción de la tv de aire, con el daño que eso significa para la continuidad laboral de nuestros autores, y dónde el gobierno actual le pegó un golpe durísimo a la cultura que dejó sin trabajo a mucha de nuestra gente, además de la embestida del mismo gobierno hacia las sociedades de gestión de Derechos de Autor e Intérpretes que obligó a ejercer una profunda defensa política en el mismo Congreso por parte de la dirigencia de Argentores, que se puso a la cabeza de la misma, como corresponde a una entidad que tiene 115 años de vida y que es respetada a nivel internacional. Todo esto se pudo llevar adelante a partir de un grupo humano maravilloso, con una capacidad de gestión impresionante. Yo entré en Argentores dudando si podría tener la capacidad de gestión necesaria y descubrí que Ricardo Talesnik no se había equivocado y que había en mí un dirigente, que encontró además en esta entidad un nuevo “lugar en el mundo”. Debo reconocer que así como en aquel momento dudé, actualmente no tengo dudas que para mí sería muy difícil vivir sin este grupo maravilloso, Miguel Angel Diani, Sergio Vainman, Guillermo Hardwick, Jessica Valls, Laura Barneix, Tato Tabernise, Belen Wedeltoft, Juan Ciuffo, Pablo Iglesias, Raúl Martorell y toda el resto de la junta directiva: Pedro Patzer, Jorge Marchetti, María Mercedes Di Benedetto, Raúl Barmbilla, Adriana Tursi, Daniel Dalmaroni, Irene Ickowicz, Salvador Manuel Valverde, la maravillosa Ivonne Fournery, todo ellos son desde hace años, parte fundamental de mi vida, sin olvidar a aquellos que se fueron como Salvador Valverde Calvo, mi muy querido Horacio Scalise, Pocho Ottobre, Graciela Maglie, y Jorge Maestro, este último que se fue hace apenas unos pocos días, y a quién me gustaría dedicarle un párrafo especial en el final de esta nota. Con todos ellos, con los que están presentes, y con aquellos que están en mi corazón, quiero compartir este premio porque no soy nada más que parte de un gran equipo de trabajo.”

“Mi otro lugar en el mundo sin el cual este premio no hubiera sido posible es Nora -indica-, con quien llevamos juntos más de 22 años, y que me ha bancado en las buenas y en las malas, apoyándome y entendiendo a alguien que tiene una actividad como la nuestra, que le quita muchas horas a la familia. Nora es mi primera fan y, sobre todo, mi compañera de vida, y con ella hicimos en “coautoría” nuestra obra maestra que se llama Mariano y tiene 22 años.” Finaliza recordando a su amigo, Jorge Maestro, fallecido recientemente: “No puedo creer que el día de la premiación, Jorge no haya estado en primera fila, aunque él estaba allí, conmigo, con nosotros, nunca va a dejar de estar. Recuerdo que estaba muy feliz con que haya sido premiado. Jorge, además de un gran autor, fue un gran tipo, cálido y divertido. Inquieto, una máquina de generar ideas, un hombre que se sobrepuso a su enfermedad con una entereza superior. Él tiene una importancia fundamental para nuestra cultura, porque entre otras cosas, como maestro, formó a gran parte de los autores que hoy están en actividad en este país. No solo fue una pérdida para los que lo queríamos, sino también para la cultura nacional. Jorge fue el mejor espejo en donde reflejarse.”
Leonardo Coire