EL ESTADO Y LA CULTURA
El hambre y las ganas de comer

Si alimentamos a una persona con unos pocos y elegidos alimentos, crecerá seguramente bien y dentro de los términos razonables. No va a morir de hambre. Su universo culinario se reducirá a esos ítems y de esta forma ignorará otras formas de alimentarse. Si tiene inquietudes y recursos económicos podrá asomarse al mundo y comprobar que hay más opciones. Entonces podrá elegir, equivocarse, reversionar, generar su modo personal de alimentarse. Con aciertos o no, podrá elegir.
“Tu país es, al fin y al cabo, ese donde aparece cada tanto alguien que te dice ah, vos sos el hijo de o vos fuiste a la escuela con mi primo o te acordás de esa propaganda de ginebra o, claro, yo también comía esos caramelos. Tu país es, sobre todo, ese lugar donde tu historia nunca es solo tuya.” Martín Caparrós.
Y durante el proceso compartirá sus vivencias con otras personas, se enriquecerán mutuamente, se aportarán saberes que ignoraban porque en otras tierras crecen frutos diferentes y el intercambio será frustrante a veces y otras sublime. Será necesaria la solidaridad, el registro del otro, la comprensión y el dinero para que ese telar crezca y siga nutriendo. Si esas personas no tienen recursos económicos difícil que puedan ser hilos de este telar. Con mejor suerte, serán espectadores o deseantes de alimentos que no están al alcance de su bolsillo.

Charly García con su icónica frase “Say No More” define una época y es cultura. “El futuro llegó, hace rato” de Los Redondos es un concepto que une a sus fans. Entonces, el estado interviene para ser hilo y base del telar para que la mayor cantidad de personas posible pueda formar parte. ¿Esto es cultura? Claro que sí, el alimento es parte del acervo cultural de un país. ¿Será este un negocio rentable para el Estado? No necesariamente, pero muchas veces sí, genera recursos, paga impuestos. Pero el Estado no es una empresa que siempre tiene que ser rentable. Algunas necesidades del pueblo tienen que ver con una inversión y no con un gasto.
Olmedo fue un reflejo de la cultura de esa época y lo expresaba desde el humor. Su frase, ¡éramos tan pobres! Satirizaba la situación económica de la clase media. Olmedo fue un fenómeno cultural masivo. Su popularidad trascendió por generaciones. Sus latiguillos se integraron a la memoria colectiva, demostrando que la cultura no reside en museos o bibliotecas, sino también en el humor y las expresiones populares.
Las ganancias intangibles que produce un Estado que acompaña procesos culturales no son mensurables en números. En general, los artistas no son variables que vayan a modificar bonos y acciones, no le mueven la aguja al dólar, pero son patrimonio valioso del pueblo. Visualizarlo como un gasto es un ataque directo a esa red minuciosamente tejida por generaciones y generaciones que conforman nuestro ser social hasta el día de hoy.

Dice Alberto Laiseca: “¿Para qué sirve el arte? Famosa pregunta pelotudísima. Te lo voy a decir: el arte sirve para que funcione todo lo otro, para eso sirve el arte, sencillamente. La imaginación es el motor.”
La analogía con el alimento no es arbitraria: ¿podemos funcionar con lo básico? Sí, podemos. ¿Podemos no comer o no tomar agua? No podemos. En cuando a nuestra accionar y supervivencia, ¿podemos vivir sin sucesos artísticos? Libros, películas, música, pintura. Sí, podemos. Alguien puede quitarnos todo eso, o con más crueldad aún, limitarnos en cuanto a recursos para silenciarlos. En estos términos no hace falta quemar libros para que la gente no lea, con reducir sus salarios y fuentes de trabajo no podrán comprarlos. Sería algo así como dejarle a un miope los libros a mano y esconderle los anteojos.
La Biblioteca de Babel es quizás la metáfora más poderosa de Jorge Luis Borges sobre la cultura. Un universo donde existen todas las combinaciones posibles. Demuestra que la cultura es infinita, que es el caos y el orden al mismo tiempo. Y que todos pueden tomar libremente lo que necesiten.
La cultura no genera ganancias, es un bien ganancial, es patrimonio, recurso genuino, es libertad y democracia. Y es imposible separar cultura de idiosincrasia, porque la sociedad es ese telar atravesando con cada hebra, es un dibujo colectivo que nos trasciende.
Desfinanciar es un movimiento destructivo, certero, poco estratégico, cobarde y de una ignorancia supina. Y, además, cualquier militante bien entrenado en batallas destructivas debería saber que ese supuesto enemigo es inmortal en parte, porque su saber está en lo personal, pero al mismo tiempo en lo popular y colectivo, existe per se, se instala.

Para la Argentina y para el mundo, Messi es un ícono cultural. Su figura trasciende lo deportivo y representa la perseverancia para superar adversidades. El fútbol es cultura y una ilusión para millones de personas que pueden acceder a esa emoción sumando cantos representativos que también son cultura símbolos de la unidad y la alegría nacional.
¿Qué clase de enemigo pretenden combatir desfinanciando? Recortan dinero de una batalla que no entienden, porque el enemigo contra el que combaten es su propia identidad, porque les guste o no, también son cultura. Dentro de muchos años se hablará de esta época como un movimiento cultural y colectivo y ellos, sus hijos y sus nietos y sus perros serán parte de esto, aun negándolo.
La cumbia 420 que L-Gante popularizó fusiona elementos de la cumbia villera, el trap y el reguetón. Su música es una expresión auténtica de la cultura de los barrios populares de la Argentina. Refleja la realidad social, crea identidad, utiliza un lenguaje y una estética propia que es la síntesis personal de todo lo que fueron sus referentes.
No, porque cierren las canillas, el agua dejará de circular por las cañerías. El agua encontrará su camino, con canillas o sin ellas. Y así es la cultura: con más o con menos, los artistas seguirán brotando de debajo de las baldosas, por cada intersticio que dejen, mientras achican el Estado. La música emergerá de las esquinas y plazas; los escritores plasmarán sus palabras en papeles, piedras, paredes, pero jamás dejarán de escribir. Colores, esculturas y formas diversas buscarán incansablemente cómo expresarse. Actores y actrices poblarán calles, sótanos y lo que quede, dando vida a personajes e historias. Y los que cantan, simplemente seguirán cantando. Ya lo demostró la historia en otras épocas oscuras: la cultura siguió latiendo más viva que nunca.
Un Estado que le escatima recursos a la cultura no está recortando gastos, está atentando contra su propia identidad sin entender que ellos también fueron, son y serán parte de la cultura.
Belén Wedeltoft