Alejandro Cervera habla sobre su profesión
“La coreografía es siempre un acto personal y único”

Nunca estudié para ser coreógrafo. Estudié para tocar el piano y para bailar. Un buen día me puse a hacer movimientos en un estudio, a probar cosas, a juntarme con amigos que no bailaban y otros que sí, a preguntarles qué les gustaba, qué imágenes recurrentes tenían, si se veían en un escenario, si querían moverse o quedarse quietos.
Y más o menos así seguí trabajando en mi vida y entonces también un buen día empezaron a decirme coreógrafo y hasta Maestro.

Todo sigue siendo un misterio y una sorpresa porque todas esas imaginaciones propias o prestadas en algún momento aparecieron materializadas, tomaron forma en el espacio y en los cuerpos de los intérpretes que, en general, también ofrecen su alma y hasta su salud.
Coreografiar siempre es trabajar con algo que se ofrece.
Una inspiración que aparece.
Un sueño, un sonido, un relato, una persona, una luz, un espacio.
Por eso, hay que estar atento a todo.
Cuando uno es así, digamos artista, la realidad y el sueño nos dan señales para que las tomemos para pasarlas a otra realidad.
A veces para olvidarlas.
Porque no todo sirve, no todo tiene buena madera para la danza.
Por eso, hacer coreografía es un acto absolutamente personal y único y casi diría, privado.
Luego está la obra, pero a diferencia de los que escriben o pintan, que tienen la suerte del objeto final (el cuadro que se queda ahí colgado en la pared o el libro entre las manos del que lo lee) la obra de danza anda de cuerpo en cuerpo, se pasa de compañía en compañía, y en cada aparición se modifica porque nunca un cuerpo, una persona, una compañía de danza es igual a otra.
A veces la obra se olvida y a veces misteriosamente vuelve a nacer, “se repone” se dice en la jerga, como quien se repusiese de una enfermedad o una ausencia.
Yo tengo la suerte de que me llamen para hacer obra nueva o reponer.
Poco hice en forma independiente. Me llaman de un teatro, de un ballet, de un grupo. Y ahí empieza la felicidad y la lucha. La cabeza se pone atenta y todo puede ser un hallazgo o un error. Porque, a veces, las obras son generosas y se muestran sin pudor y de un saque y uno tiene la suerte de entenderlas y darles el vía como dicen los italianos.
Pero a veces las obras son reticentes y engañosas y no se dejan ver.
Entonces uno no sabe el final o si tal escena sobra. Encontrar la medida de las cosas que permitan que la obra se vuelva fuerte, que se exprese, que sea intensa, que tenga entidad, que viva y que produzca cosas en quien la ve forma parte de esa lucha. Para mí eso es lo importante. Como llega lo que hago, y cuanto a más personas llegue, mejor.

Nunca me interesaron los elitismos, las vanguardias solitarias, las experimentaciones herméticas. Y ojo que yo no hago cosas populares, masivas. El rock, la ópera, el cine, el fútbol, mueven multitudes.
Lo mío, no.
Pero en ese mundo en que se mueven mis obras la respuesta del público y también, claro, la respuesta de los intérpretes que las hacen, marca cierta idea de felicidad y sentido.
Y uno trata de ser feliz y de tener algún sentido y sentimiento entre tanta indiferencia e individualismo al 100% que estamos viviendo.
Yo estoy agradecido por este destino que me tocó. La música, mi primer y largo amor, la danza, los escenarios, los teatros y los bailarines. Seres únicos. Sobre todo eso, está montado mi trabajo. Sobre esos cuerpos diferentes, sobre ese encuentro que se desvanece cuando se apaga la luz del escenario, cuando ese público que aplaudió y pataleó desaparece bajo el telón que cae. La danza sí es un encuentro, pero también la danza es una larga despedida.
Pero volviendo al tema de la obra, creo que esta relación que describo entre este afuera múltiple y cambiante y este yo también cambiante y errático, se genera un puente y un producto, una ópera sin acento o sea una obra.
Por último, también asocio, muy libremente si se me permite, con los operarios, los trabajadores que generan una riqueza por fuera de ellos. Que materializan un producto y un valor agregado.
Creo que el arte es todo valor agregado donde siempre hay un creador, un autor, un trabajador, un operario.
Los coreógrafos trabajamos las variables del tiempo, del movimiento y del espacio como se trabajan los ingredientes, los tiempos, y las temperaturas en una comida.
Cocino bien y tampoco estudié.
Alejandro Cervera