UN MANO A MANO CON EL PERIODISTA WILMAR MERINO
“La radio siempre te espera”

Creación entrañable, próxima, tan masiva como íntima, “la radio” no es ni ha sido, en líneas generales, merecedora de la atención por parte del periodismo gráfico especializado en el análisis de los medios de comunicación. Acaso habría que remontarse a mediados del siglo pasado para encontrar un tiempo en el que, por ejemplo, las páginas de la sección de Espectáculos de los grandes diarios fijaran su atención principal y específica en sus figuras, en sus autores, en sus programas y en sus novedades.
Sin embargo, en la actualidad y dese hace años, Diario Popular mantiene la tradición, con una firme columna semanal, firmada por el periodista Wilmar Merino, responsable del segmento de espectáculos del matutino, alguien conocido también en el medio por su otra gran pasión, la pesca, actividad que divulga en distintos medios. Escritor, conductor de TV, radiero empedernido, amante de la vida libre y de la naturaleza, ambientalista, Merino conduce su programa saliendo a navegar y pescar con gente muy notoria y ha escrito libros sobre el tema. El último, Líneas al agua, formado por treinta cuentos acerca de la actividad, fue editado en 2024.

Podría decirse que, en la combinación exacta entre el periodismo de espectáculos -con fuerte impronta de lo “radial”- y en ese silencioso universo de lagunas, ríos, cañas, botes, aparejos y peces, se encuentra su verdadera esencia, todo aquello que lo moviliza. En charla con Autores, cuenta la historia de la conformación de la columna, ese casi solitario lugar desde donde la gráfica reivindica al universo radial.
“En los suplementos del diario, este medio siempre tuvo lugar. Al principio, la información salía los miércoles en la revista de espectáculos, a cargo de la recordada periodista Nélida Santanna. A mí siempre me gustó la radio. Escuchaba a Carlos Rodari, a Juan Alberto Badía, a Omar Cerasuolo. A los 27 años, por distintas circunstancias, llegué a la jefatura de la sección Espectáculos. Decidí entonces: “Me voy a dar el gusto: me voy a encargar de la radio”. Y, bueno, llevamos ya 20 años. La columna sale ahora los domingos. Y funciona por mi pasión. Pensemos que, dentro de lo que llamamos “espectáculos”, convivimos a diario con frivolidad, polleras, escándalos. Pero, como me gusta decir, la radio compensa todo eso como un área de placer. ¡Es que acá entrevisto a gente normal! No tengo que pasar el filtro de 29 jefes de prensa. Es fuerte el contraste con lo que ocurre con las coberturas de televisión o también de deportes. A la gente de radio, le escribís, y te dice enseguida “sí” o “no”. Sin vueltas. Todo es natural. Me hace muy feliz esa normalidad. Casi siempre hago reportajes, pero también a veces análisis, criticas o adelantos de programación.”
Cuando tomó la decisión de sostener la columna, las emisoras apenas tenían dos universos: el de la Amplitud Modulada y el de la Frecuencia Modulada. En la actualidad, como sabemos, existen las señales de AM y la FM con una multiplicidad de nuevos jugadores radiales, todos surgidos de la fenomenal irrupción de las nuevas tecnologías. Esa mutación nos lleva a la siguiente reflexión: “Estuve pensando muy seriamente en ponerle un nuevo nombre a la columna: “Radio y streaming”.

Hoy considero que estas formas de “radio televisada” o “TV de bajo presupuesto”, que en rigor terminan siendo el llamado streaming, se acercan mucho a la radio. Sus lenguajes, códigos, contenidos se asocian, pueden asociarse. Me preocupa que estas aperturas permitieron el ingreso de muchos que no vienen del riñón de la radio, que no la amaron, que la consideran en todo caso una unidad de negocio más, que son aves de paso. Siempre distingo y resalto a los que la aman de verdad. Imposible para mí no recordar a Héctor Larrea buscando de noche material de tango en las disquerías de Corrientes para pasar en su programa. Eso es amar la radio. Me gusta destacar ante todo y en cada instante a la gente que quiere al medio.”
Para Merino, el medio hace bien algo que para él es sustancial en materia comunicativa: informa, forma y entretiene. Y, a pesar de todo, todavía encuentra que hay un tramo horario que, imbatible, es eterno y no puede dejar de seducir: el nocturno. “Las audiencias cambian, demandan tiempos más cortos, pero la radio hecha a medida de la noche, para un oyente atento y con tiempo, es imbatible. Se pone muy interesante todo a esa hora.”
El periodista reconoce en el mundo de la radio a un sitio donde lo autoral pervive. “Cuando uno escribe -y es mi caso, porque vengo de la gráfica- hace uso de lo que llamo la palabra pensada. Bien, cuando entrevisto a los que hacen bien radio, advierto enseguida que esa persona, reflexionó en la música, en los sonidos, sabe de separadores, entiende de artística. Conoce lo creativo que puede llegar a ser el medio. Y los que, en cambio, vienen de cualquier lado, de Gran Hermano, de ser la figurita de turno, del éxito pasajero, y te dicen “¡yo creo en la espontaneidad, en lo que surja, total, los demás compran, ¡soy maravilloso!”…me agarro la cabeza. Es fácil: mi pequeña quijotada es poner el foco de la columna semanal en destacar una carrera que vale la pena.”

Los recuerdos se suman a medida que avanza la charla. De golpe, aparece un fogonazo, una instantánea, un instante eterno del que fue testigo, entre dos titanes del dial. Fecha: una noche de mayo de 2012. “Fiesta del Martin Fierro -recuerda-. Yo, como socio, esperaba entre bambalinas entregar una estatuilla. En el escenario, Juan Alberto Badía, quien recibía un homenaje por su carrera. El hombre se estaba muriendo. Fui testigo de su accionar en esos minutos, de su dedicación hasta el último suspiro, de su preocupación por que el micrófono estuviera bien, de su concentración, de su profesionalismo. Tras recibir el premio, cuando bajaba del escenario lo estaba esperando al pie de la escalera Cacho Fontana, quien había ido a la ceremonia para ver a su amigo. Dos reyes de la palabra, ahí, me dieron una lección de radio sin decir un sonido. Se tomaron del mentón, uno al otro. Se miraban fijamente, a treinta centímetros. Fontana lloraba y Badía se reía. No se dijeron nada. Yo estuve ahí. Esa gente que habla, aunque no diga nada, siempre está diciendo algo. Los silencios comunican.”
Si se lo consulta acerca de la última personalidad radial que lo sorprendió, no menciona a ningún consagrado. “Luis del Giovannino, del programa Ecosistema, de Radio Ambiente, una emisora surgida del streaming. Calidez infrecuente”, resume. Y, casi por oposición, resalta: “Lo que sí evito son las grandes figuras, los conductores consagrados de las primeras mañanas, ese cliché. Voy hacia donde nadie va.” Al hablar de la tan mentada crisis del medio, de su aparente crisis, explica que “se la ha dado casi por muerta, pero siempre está.”
“Yo creo -agrega- que las sociedades a veces van de un extremo a otro, que produce un efecto rebote en un montón de cosas. Así como pasamos de la pacatería a la revolución sexual y luego a la búsqueda de un equilibrio, en la radio pasa algo así. Parecería que hay una explosión de nuevas formas, pero en un momento es lo que vas a tener cuando no haya internet, no sé, cuando estés en la mitad del campo. Será esa voz que te va a llegar cuando la necesites. Como pasó en la pandemia. ¡Cuántas escuelas se sostuvieron con la radio! Sobrevive. Un tipo que le habla a un fierrito…Es tan elemental, pero eterno; tantas veces se le pronosticó la desaparición…y ahí está. Es como el tango, que te atrapa a cierta edad. Siempre espera.”

¿Y la pesca, esa otra pasión suya, ese modo de vida que, además, lo pone en vinculación directa con el mensaje que llega de un receptor?
En la página 135 de su nuevo libro de cuentos, explicita: “Como decía Atahualpa con aquello de no venga a tasarme el campo con ojos de forastero, quien mira esta actividad desde afuera, no comprende qué lleva a un ser humano a soportar esperas y aguaceros, soles calcinantes y caminatas tortuosas, todo en procura de un pez. Apenas un pez a ojos de un extraño. Pero, eso ¿es apenas un pez? De ahí que conteste, cuando me preguntan por qué me gusta pescar, la respuesta hay que buscarla en las zonas más profundas del alma, allí donde anidan las pasiones.”
Las pasiones se juntan, por ejemplo, en un bote. Un pescador escuchando radio “es alguien que habrá de sacar provecho de una persona que habla de algo interesante o de una buena canción. En síntesis, la radio te acompaña a mundos que me conectan con gente más normal, sensible. La radio es eso.”
L.C.